rayas, trazos…
Sitios, lugares, espacios…
Sitios comunes, lugares propios…
Joaquín Benito Vallejo
Síntesis
Apuntes sobre los distintos espacios relativos al cuerpo y
al movimiento, así como sus contenidos afectivos, simbólicos, cognitivos,
plásticos y creativos dentro del marco de la expresión corporal.
Palabras clave
Expresión corporal, espacio íntracorporal, kinesfera,
espacio total, espacio escénico, Habitar el espacio, Investir el espacio,
Componer el espacio, Planos del movimiento, direcciones, desplazamientos,
creatividad, comunicación, juego,
(Empecé a escribir esto llamándolo “Apuntes sobre el
espacio”.
Después se me ocurrió que si eran apuntes en el espacio,
deberían llamarse “trazos” ya que este término tiene un significado más
espacial.
Pero los trazos son líneas en cierta manera definidas.
Lo que yo estaba escribiendo era más indefinido, eran
bocetos que no quería llegar a perfilar, sin dar más explicaciones.
Así que decidí que lo mejor era llamarlo “garabatos”.)
“Habitar el espacio”,
vivirlo, hacerlo nuestro, llenarlo de nuestro movimiento y nuestro sentir.
Darle
una consistencia, un carisma, personalizarlo, darle cuerpo, corporeizarlo,
conferirle una identidad, anidarlo,
“Investir el espacio”,
darle un significado afectivo, simbólico, imaginario…
“Conocer el espacio”,
estructurarlo, organizarlo, representarlo.
“Componer el espacio”,
recrearlo.
“Compartir el espacio”,
relacionarnos, comunicarnos.
Comencemos diciendo, de un modo simplista e interesado, que
el espacio es donde el cuerpo vive y donde el movimiento se realiza. El cuerpo
ocupa un espacio, y el movimiento se desarrolla en el espacio.
El espacio que ocupa el cuerpo lo llamamos espacio
íntracorporal o espacio interno del cuerpo delimitado por la piel. Ésta es la frontera entre el yo y el no yo,
separa el espacio interno y el espacio externo, señala donde acaba el cuerpo y
donde empieza el espacio y viceversa: dónde acaba el espacio y dónde empieza el
cuerpo. El espacio íntracorporal es el que configura el Yo material del sujeto,
la identidad e integridad personal de cada uno. Aquel que atañe más
directamente al propio cuerpo, a la propia persona. La materia más básica, más
primigenia del ser. Corresponde a su anatomía y fisiología, a los órganos y sus
funciones.
Sentimos, percibimos y adquirimos consciencia –relativamente-,
de nuestro espacio interno mediante las sensaciones intero y propioceptivas.
Las primeras provenientes de los órganos y sus funciones nos dan idea de la
temperatura, el volumen, la forma, la consistencia, el peso…
Las segundas, derivadas del juego óseo, muscular, articular,
tendinoso…, originado por las contracciones y distensiones musculares propias
del movimiento en general. Nos enseñan dónde se ubican los segmentos, las
articulaciones, las diferentes zonas corporales; la consistencia muscular, sus
capacidades de fuerza y flexibilidad, dónde nace la energía del movimiento y
cómo se transmiten éstos regando otras partes del cuerpo. También nos informa
de los diferentes volúmenes de las distintas zonas de nuestro cuerpo, y de las
distintas conformaciones dentro de la unidad corporal.
Ojo, no olvidemos el tacto, un sentido que vincula las sensaciones
intero, propio y exteroceptivas, -las que proceden del exterior-, y de
sentidos como la vista, el oído, el olfato, el gusto, además del tacto-. Todas
ellas nos propician sensaciones, percepciones, conocimientos de nuestro cuerpo,
buscando su delimitación, concretad, clarificación.
Pero hay más, mucho más, el cuerpo solo, no es nada. Porque
todo lo que es el cuerpo –y el espíritu que encarna el cuerpo-, lo es por el
exterior. Por el espacio exterior, por lo que en ese espacio se hace, por lo
que existe en ese otro espacio que no es el nuestro. Por aquello que no es el
propio cuerpo. Por lo que no somos. Somos lo que no somos. A veces nos define
más el afuera. Del espacio externo, eso que no somos, pero en el que vivimos,
lo que más nos influencia son los demás seres humanos.
Alrededor del cuerpo, envolviéndole, se encuentra el espacio
próximo, -como una segunda piel, como un aura, como una burbuja
hinchable-, donde se desarrolla la acción del cuerpo, el movimiento. La primera
área de acción donde comienza a realizarse y ser el cuerpo mediante el
movimiento. La primera área de acción del sujeto viviente.
El niño toca el espacio que le rodea y sus objetos: la cuna, el sonajero…, igual que toca su
cuerpo, explora el espacio, explora uno y otro ineludiblemente, explora,
tantea, palpa, acaricia, chupa, busca, descarga sobre él sus pulsiones, sus
tensiones internas, sus necesidades de movimiento, sus “inquietudes”, investiga,
descubre, disfruta, hace suyo al espacio a la vez que al cuerpo, forma parte de
él, espacio y cuerpo se fusionan en uno solo.
En el espacio se realiza,
en él
juega, en él se mueve,
con él disfruta.
Y al moverse conoce el espacio y conoce
su cuerpo.
Este espacio externo al cuerpo, el espacio más próximo,
donde se desarrolla la acción del cuerpo, es decir el movimiento, es lo que
denominamos kinesfera, “la esfera del movimiento” dicho literalmente.
Se llama así el espacio donde el cuerpo con sus diferentes
miembros puede moverse sin trasladarse. Es una esfera, porque todos los
movimientos dibujan y conforman una esfera alrededor del cuerpo, cuyo centro es
el mismo cuerpo. Es como una burbuja, como una orla que circunda al cuerpo.
La conciencia de esta kinesfera nos la confiere en primer
lugar las sensaciones propiocepctivas derivadas del movimiento y en un segundo
término, las sensaciones exteroceptivas de la visión, el oído y el olfato, sin
olvidar de nuevo al tacto.
Estemos echados, de rodillas, sentados, erguidos, siempre
nos circunda un espacio en el que nos movemos. Y cuando nos desplazamos,
caminamos, bailamos… siempre llevamos esa esfera con nosotros, como si fuera
una segunda piel, un segundo abrigo, una casa imaginaria. De forma inconsciente
en ella nos sentimos protegidos. De niños jugamos en ella, de mayores, en ella
trabajamos. En ella respiramos, nos alimentamos, todo lo que hacemos está
dentro de ella.
En ella nos realizamos, soñamos, sentimos, nos emocionamos,
lloramos y reímos, y desde ella nos proyectamos.
Hay diversas formas de ampliar ese espacio proyectado: por
ejemplo con los perfúmenes, con las señales nuestras que dejamos donde nos
movemos, nuestra firma, nuestro olor, nuestro vestido, nuestros gestos, nuestra
mirada, nuestra presencia, nuestra voz…
Cuando compartimos nuestro cuerpo con otra persona, al tocarnos,
acariciarnos, abrazarnos, o simplemente hablando sin tocarse, estamos compartiendo
también la kinesfera.
Lo mismo que se funden los cuerpos en un abrazo, se funden
también las kinesferas. Al principio de la vida el niño está fusionado con su
pequeño espacio kinesférico sin distinguir su cuerpo del espacio y también se
fusiona con la madre al ser amamantado sin distinguirse de ella.
A medida que su movimiento se enriquece comienza a darse la
diferenciación entre el cuerpo y el espacio, -y el otro-. Y desde esos momentos
muy tempranos comienzan a darse las preferencias. El niño prefiere compartir su
cuerpo y su kinesfera con unas personas mejor que con otras.
Y a medida que se crece, las preferencias son más definidas
y más restrictivas. Solo compartimos nuestra kinesfera con aquellas personas
que nos son gratas. Y podemos considerar una agresión que alguien extraño se
meta en nuestro espacio, que es el portal de nuestro cuerpo.
No hemos mencionado aún que el espacio, igual que todo lo
que se relaciona con lo humano tiene múltiples consideraciones, múltiples
significaciones y visiones. El espacio puede ser vivido y estudiado desde
diversas perspectivas: física, cognitiva, afectiva, relacional, plástica,
escenográfica, creativa….
La primera vivencia es una vivencia afectiva. El
espacio es un campo de exploración y de aventura, con muchos atractivos, pero
también con peligros. Podemos desembocar en algo placentero o en algo dañino y
frustrante. O podemos recibir estímulos de quienes nos rodean para abrirnos al
espacio, o por el contrario, prohibiciones que nos encarcelan. De esa manera se
va haciendo nuestro carácter y se va otorgando al espacio connotaciones
emotivas.
Para unos puede ser insegurizante, mientras que para otros,
acogedor; para unos peligroso, para otros,
placentero; para unos cálido, para otros congelador. Para uno mismo a
veces es una cosa y otras la contraria. Pensemos en un niño que ha estado
sobreprotegido y lleno de temores a la vez: ten cuidado; eso no se toca; te vas
a hacer daño; que viene el coco; Ese niño se ha hecho tímido, tiene una
kinesfera pobre, prácticamente se reduce a las faldas de su madre; sus
movimientos son pequeños; una baja autoestima; lleno de temores… Cuando sale al
espacio total, el de la calle, el de la plaza, el de la clase, el del
escenario…, tiene “miedo escénico”, necesita ir acompañado –por la kinesfera más
protectora de otra persona-, no se atreve a moverse, -agorafobia , miedo a los
espacios amplios-, ni a pronunciar palabra, se esconde.
Un espacio pequeño, cerrado, simboliza refugio, protección,
casa, cuna, útero, matriz, madre, seguridad.
El escondrijo tiene una simbología protectora. Encerrarse,
acurrucarse para que no te vean. Pero todo tiene un doble sentido, si no triple
y múltiple. Nada es lineal. El escondrijo puede ser agobiante, asfixiante, - claustrofobia,
miedo a los espacios pequeños-, angustia, ahogo, falta de aire, incapacidad,
impotencia, inmovilidad, muerte…, y puede provocar la necesidad imperativa de
salir fuera. Y fuera, se puede llegar a ser un demonio, un osado sin límite.
Espacios que nos
abren, espacios que nos cierran, puertas para la libertad y murallas para la defensa. Lo grande, lo
pequeño, amplio, estrecho, acercarse, alejarse, ausencia, presencia, dependencia,
independencia, seguridad, inseguridad, temor, osadía, vínculo, atadura,
protección, prisión…
En el juego infantil el niño mata simbólicamente sus
fantasmas, cura sus temores. Vive roles diferentes. Se enfrenta a dificultades
ocultas. Soluciona sus conflictos.
Algo similar ocurre en la expresión corporal
que en Alfa Institut desarrollamos. Con
las propuestas de movimiento que se sugieren, el alumno de estos cursos, se
impregna de las emociones e imágenes que brotan de los movimientos, viviendo y
desarrollando roles diversos que aparejan gamas de emociones y de sentimientos
profundos, juegos simbólicos de personajes que pueden trasladarles al fondo de su inconsciente,
solucionando de una manera lúdica y creativa los pequeños conflictos cotidianos
de la personalidad.
Es necesario compartir la kinesfera, el espacio, los
sueños y los temores, así estaremos
menos solos. Nos damos a los otros, acogemos a los otros. Damos y recibimos en
un mismo acto. Pero esto nos exige adaptarnos al otro, comprenderle, renunciar
a un poco de lo nuestro, renunciar a algunos deseos. Puede también haber una
cierta pérdida de identidad y de independencia.
Nuestra intimidad puede ser placentera, narcisista incluso,
pero solo por un cierto tiempo, porque también puede ser solitaria, triste, melancólica,
desolada… porque falta el otro.
Compartir es comunicar y crear juntos,
co-crear.
En cuanto al movimiento, el espacio físico es
conocido por medio de sus dimensiones, direcciones, trayectorias,
densidad, resistencia.
El espacio en el que nos movemos es un espacio aéreo, pero a
la vez terrestre, distinto por ejemplo, al espacio líquido como en el que viven
los peces o el aéreo en el que se mueven las aves. Un espacio sometido a las
leyes físicas del universo pero que influyen de manera distinta a como lo hacen
en otros espacios, como el agua, o como el terroso. La ley de la gravedad es la
misma pero la materia sobre la que actúa esta, hace que el movimiento allí sea
distinto. Por ello no podemos movernos igual dentro del agua que sobre la tierra.
Nuestro cuerpo se ha engendrado, se ha desarrollado, ha crecido según actúan
las leyes cósmicas sobre el espacio terráqueo aéreo. Sus órganos funcionan de
diferente manera a los de los seres que viven en el agua. Por lo tanto su
movimiento y sus capacidades también lo son.
Empleamos las imágenes
de movernos en distintos espacios: ingrávido, terroso, líquido… para darle
otras calidades a nuestro movimiento y hacerlo más expresivo, -y también-, para
experimentar otras vivencias emocionales relacionadas con el movimiento.
Moverse en un lugar ingrávido nos produce unas sensaciones y emociones
distintas a otro, en el que nuestro cuerpo, nuestro movimiento, no puede vencer
a la gravedad. De ahí vienen las denotaciones: “tener un peso muy grande”, “la
pesadez”, etc. El cuerpo deprimido es aquel que está vencido, que su energía no
puede soportar la existencia.
La dimensión física se superpone a la dimensión afectiva y a
la inversa. Y también a otra dimensión: la cognitiva. (Y se condicionan unas
a otras. Lo que conozco está mediatizado por lo que siento) Al movernos en el
espacio nuestra mente se está organizando y estructurando, por ello el espacio
tiene una dimensión cognitiva. Todo lo que es nuestra mente conocedora, depende
de lo que ha hecho y hace nuestro cuerpo a través del movimiento en el espacio.
Las nociones fundamentales básicas sobre las que se construyen
las nociones más complejas, son nociones espaciales –y temporales-. Toda la
fundamentación teórica –matemática y geométrica-, ha nacido de la relación que
nuestro cuerpo establece con el espacio.
Las medidas por ejemplo. Las primeras medidas de longitud
son medidas corporales: pulgada, palmo, codo, braza, pie, paso, doble paso,
tiro de piedra…, en base a las cuales se organizó posteriormente el sistema
métrico decimal.
Las direcciones fundamentales son radios que salen de
nuestro cuerpo hacia distintas direcciones del espacio. El centro del cual
nacen esas direcciones es nuestro cuerpo: adelante – atrás; arriba – abajo;
izquierda – derecha. Si nuestro cuerpo cambia de orientación, nuestras
direcciones cambian
Esas direcciones, una vez vividas ampliamente mediante el
juego infantil, pueden ser abstraídas relativamente y ser reflejadas en el
marco de un papel –o en una pantalla de ordenador en nuestros días-, donde se
hacen las operaciones escolares. (Pero antes es necesario, -insistimos- en que
han de ser vividas mediante el juego simbólico afectivo, y “practicadas” en el
espacio real).
Las matemáticas, la geometría, la escritura…, parten de la
abstracción de las direcciones espaciales vivenciadas.
((Y toda nuestra cultura está organizada según unas
direcciones, por ejemplo a favor de las personas diestras que son la
mayoría.)
La hoja de papel donde escribimos es un plano estructurado
de arriba abajo y de izquierda a derecha. Se empieza a escribir por arriba a la
izquierda acabándose abajo a la derecha. (A los zurdos les iría mejor escribir
de derecha a izquierda, de ese modo verían lo que escribían sin necesidad de
dar la vuelta al papel. Todas las herramientas que utilizamos diariamente están
construidas para los diestros desde un cuchillo, unas tijeras, los manillares
de las puertas…)
La suma, la resta, la multiplicación, la división…. Se basan
en la estructuración de las direcciones. Los números se empiezan a escribir de
izquierda a derecha también, pero al sumar, restar o multiplicar, la segunda
cifra ha de ser colocada debajo de la primera pero ajustándose a la derecha. Y
al realizar la suma o la resta se empieza por la derecha para acabar en la
izquierda. En la multiplicación la organización es más complicada, y en la
división aún más. (Todo esto parecerá un galimatías, que solo podemos
entenderlo sin ni siquiera ser conscientes de ello, una vez que hemos
vivenciado ampliamente, mediante el juego y el movimiento, todas esas
direcciones)
Esta estructuración básica, para ser bien abordada por el niño en
el marco del papel, ha debido ser vivida e integrada previamente a nivel
corporal a través del juego lúdico y placentero, en caso contrario resultará un
fracaso y una frustración.
Nos podemos mover en la kinesfera de modo global, en todas
las direcciones del espacio: adelante, atrás, izquierda, derecha, arriba abajo,
combinando todas esas direcciones unas con otras; a diferentes niveles: medio,
alto bajo, o cambiando de nivel; Con diferentes intensidades de energía,
con diferentes ritmos, con diferentes calidades de movimiento, todo lo que
enriquecerá nuestro movimiento, nuestras vivencias, nuestra imágenes, y cada
una de esas referencias nos proporcionará emociones y sentimientos distintos.
Eso forma parte de las primeras exploraciones corporales del espacio.
En un segundo término podemos realizar otras exploraciones
más complejas, más restrictivas, y por ello forzándonos más en la búsqueda, la
investigación y la creatividad, y más estructuradas y analíticas, sin perder
por ello la vivencia lúdica.
Me estoy refiriendo con esto a trabajar en cada uno de los planos específicos del
movimiento, adquiriendo la conciencia del movimiento en cada uno de ellos, e
impregnándose de sus connotaciones y significaciones simbólicas, comunicativas
y afectivas.
Para ello abstraemos, que el cuerpo está organizado en el
espacio según tres ejes imaginarios, como si fuera un prisma rectangular
vertical.
Tres ejes, digo, uno horizontal de adelante atrás, que
atraviesa el cuerpo por su centro vital y energético: la pelvis. Un segundo
horizontal pero este de izquierda a
derecha, que atraviesa al primero en el centro pélvico. Y un tercero vertical, de arriba abajo –de pies a
cabeza, cruzándose con los otros dos
ejes en el mismo centro.
En torno a esos tres ejes se organizan tres planos
de movimiento.
Uno - Sagital, en el que nos podemos mover
únicamente de adelante atrás y de arriba abajo.
Dos – Frontal, que sólo nos permite el
movimiento de izquierda a derecha y de arriba abajo.
Tres – Transversal, movimientos de
izquierda a derecha y de adelante atrás, es decir, giros.
Hasta ahora hemos estado hablando de la kinesfera, espacio
parcial del movimiento, en el que el cuerpo no puede desplazarse por
el espacio
total, sino permanecer únicamente dentro de una esfera explorando eso
si todas las posibilidades de movimiento.
Pero todo esto se puede hacer además –y debe hacerse-,
moviéndose en el espacio total. Esta opción aumentará las posibilidades del
movimiento.
Con lo primero que nos vamos a encontrar es con los desplazamientos.
¿Qué tipos de desplazamientos se pueden hacer? Probemos.
No, no, no se puede probar sin referencias y sin pautas. Eso
significa perderse, dar palos de ciego, en lo que lo más probable es que
encontremos muy poca cosa. Las búsquedas, las investigaciones y la creatividad
deben basarse, en principio, en algunas pautas claras. Por ejemplo, desplacémonos
por todo el espacio con movimientos amplios en toda la kinesfera. Cambiando de
nivel.
¿Pero qué pasa? ¿Estamos solos en la sala o hay también
otras personas que intentan realizar la misma tarea? Lo normal en una clase de
expresión corporal creativa, es que haya un grupo de gente moviéndose en la
sala. ¿Qué hacemos con la otra gente? ¿La tenemos en cuenta o pasamos de ellos?
Es imposible pasar de ellos. Tampoco es posible pasar de la gente cuando
paseamos por la calle. Aunque no seamos plenamente conscientes de ello. Como
tampoco podemos olvidar a las paredes, los semáforos, las aceras, los
socavones, las farolas… Porque nos chocaríamos, tendríamos un accidente,
peligraría nuestra vida y haríamos peligrar la de los demás.
Cuando compartimos la kinesfera con otra/s
personas, ello nos lleva a tomar consciencia del espacio personal, consciencia
de la otra persona, consciencia del espacio compartido,
consciencia del espacio total.
De
las limitaciones de ese espacio compartido, de las limitaciones que el espacio
intracorporal de la otra persona me obliga a tener en cuenta, a respetar.
Cuando me desplazo en el espacio total he de tomar
consciencia tanto del espacio con sus
límites, como de las otras personas que se mueven en el mismo espacio.
Una propuesta, entonces, y tras diversos ejercicios previos
de toma de consciencia del espacio, puede ser, desplazarse teniendo en cuenta a
los demás de modo que nunca interfiramos en su kinesfera.
Otras:
- Desplazarse solamente de adelante atrás. En líneas rectas siempre, respetando a las otras personas, de modo que no rompo la línea recta ni atropello a otros.
- Combinando tempos y ritmos. (Rápido – lento)
- ¿Qué ocurre, qué siento, cuando me encuentro con otro? ¿Cómo reacciono?
- Mismas exploraciones en trayectorias quebradas.
- En trayectorias curvas.
- En espirales.
- Combinaciones entre 2 tipos de trayectorias.
- Movimientos, composiciones, diálogos corporales con la otra/s personas que reencuentro.
- Etc. Etc.
Todas estas experiencias nos conducen a nuevas sensaciones,
emociones, creaciones, comunicaciones, hasta casi el infinito.
Esos movimientos y desplazamientos pueden ser estructurados,
medidos memorizados, secuenciados.
La estructuración del espacio es la base de la composición
plástica de éste, relacionado tanto con la arquitectura, la pintura, la escultura, el teatro, el cine, la danza… En
nuestro caso, la expresión corporal como el arte del movimiento-, es la
composición de figuras corporales en la inmovilidad y en el movimiento,
desarrollando las vivencias emotivas.
El escenario, -o la sala de trabajo-, define un marco
espacial, un espacio escénico donde puede visualizarse más claramente las
composiciones corporales y de movimiento. La composición de los elementos o
figuras que conforman cada plano, cada escena, cada secuencia, Cómo evoluciona
el movimiento en ellas, modificándose el espacio según la intención y la
creación de los autores realizando unos diseños plásticos diferentes según sean
los objetivos de la obra en cada fase de su desarrollo y según su
intencionalidad última: dramática, lírica, trágica, cómica…
De dónde salir, qué trayecto realizar, dónde pararse…; Si el
movimiento es de frente, en diagonal, en paralelo…; qué líneas se forman:
rectas, curvas quebradas, círculos, espirales…; si se abren o se cierran…; qué
agrupaciones…
Podría hacerse un estudio de diferentes obras de danza
teatro, analizando las composiciones espaciales en cada momento, según su
intencionalidad. Una de las claves de la consecución del objetivo de la obra
radica en la composición espacial.
… El espacio, sin embargo es etéreo, intangible, inmaterial… Desarrollamos en él nuestro movimiento, pero no lo podemos tocar, medir, pesar, ver, oír... Sin embargo, la huella de
nuestro movimiento desaparece en cuanto nos movemos. El espacio queda vacío,
virgen. Para saber que existe el espacio
hemos de marcarlo. Lo marcamos con lo que construimos en el de una forma
material, que permanezca perenne en él, como señales y signos de nuestro paso
por él, y para marcarnos los caminos, y los límites.
Al finalizar los cursos de expresión, ya con la mano en la llave de la
luz para apagarla y cerrar la puerta, nos volvemos y contemplamos el espacio vacío ¡cuántas cosas incontables,
mágicas, cuántas profundas vivencias acaban de acontecer en este lugar ! ¡Sin
embargo todo ha desaparecido! Las imágenes siguen bullendo en la cabeza, pero el espacio está vacío, no ha quedado ni rastro de él, no ha quedado gravado
nada en él. Fantaseamos, ¿y si al volver a
abrir la puerta mañana, apareciera de
nuevo todo lo que ha ocurrido en el día de hoy? ¿Y si hubiera quedado escrito
en el espacio como en un libro o mejor, como una película? Sentimos una cierta
tristeza. Una ausencia. Una nostalgia.
Mañana al abrir de nuevo
la puerta, el espacio estará vacío, como si no hubiera ocurrido nada. Pero dispuesto
de nuevo a acoger en su vientre nuevas
emociones y movimientos. Y humildemente nunca se lo contará a nadie.
Excelente!!! Un placer leerlo. Muchas gracias!!!!
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