jueves, 30 de marzo de 2023

lunes, 13 de marzo de 2023

Reflexiones de una alumna sobre la expresión corporal.

Sara Díaz Ortega



Respecto a lo trabajado en el módulo 2 de la formación.

1.- ¿Qué diferentes connotaciones expresivas tuvieron para ti los movimientos flexibles y/o directos?

El movimiento flexible me lleva a lugares más amables, me resulta más suave y sugerente. También es más misterioso, como si dejase entrever lo que hay detrás sin exponerlo del todo. La línea curva me atrae y me lleva en cierto modo a la abstracción. Me conecta con el agua y con el aire, con su fluidez como elementos. El movimiento directo se me hace más dicotómico, más extremo (blanco o negro, todo o nada…), contundente. Me parece un movimiento más terrenal y visceral, me provoca un mayor impacto.

Al trabajar en parejas combinando ambos tipos de movimientos, tengo la sensación de que los movimientos flexibles iban trazando un camino, como contando una especie de historia a través de un hilo conductor. Los movimientos directos generaban un golpe de efecto, una especie de giro inesperado de los acontecimientos que daba lugar a otra situación diferente, rompiendo, transformando por completo y dando lugar a una disposición de los cuerpos totalmente nueva. En este ejercicio surgieron dos imágenes que llamaron especialmente mi atención: globos llenos de pintura que de repente explotaban o que se iban disolviendo poco a poco en el aire; y un muro divisorio que una de las dos creaba como una barrera hacia la otra, y que ésta última hacía desaparecer de pronto como si fuese engullido por el cielo.

2.- ¿Y respecto a la escala tensional? 

Abarca diferentes grados de tensión que van desde el mínimo tono muscular o relajación total de uno o varios músculos hasta el mayor tono muscular posible para cada cuerpo (escala tensional ascendente), y viceversa (escala tensional descendente). Para comprenderla y tomar conciencia corporal en relación a ella, facilita mucho el símil de la escala musical con el que empezamos a trabajarla. Así, vamos pasando del grado mínimo de tensión muscular (Do grave) a ir aumentándolo progresivamente (Re-Mi-Fa-Sol-La-Si) hasta el máximo tono muscular de cada una (Do agudo). Se trabaja también en sentido inverso como escala descendente. Para profundizar en la experimentación en torno a esta escala vamos jugando con las subidas y bajadas de tono muscular de manera paulatina o más abrupta, al igual que haríamos con la escala musical.

¿Qué sentiste cuando trabajamos sobre ella? 

Me sentí como una bomba de energía. Capaz de ir llenando mi cuerpo de fuerza gradualmente y de ir vaciándolo de la misma forma. Sentí poder al ir adquiriendo control e ir jugando a mi voluntad con el grado de intensidad que quería darle a una o determinadas partes de mi cuerpo. Además de conciencia y control corporal, este trabajo aporta conocimiento y confianza en una misma y en la fuerza vital que cada cual lleva consigo, siendo capaz de generarla y transmitirla allá donde esté.

¿Y en relación con la otra persona?

Tuve sensaciones muy intensas. Si bien todos los ejercicios que realizamos son vivenciales, éste para mí cobró una fuerza inusitada. Me conectó con la capacidad humana que todos tenemos de ejercer influencia en los otros (y de que los otros la ejerzan sobre nosotros), en ocasiones hasta límites insospechados. Lo más importante de este ejercicio para mí no era la vivencia de mi individualidad o la de mi compañera, sino la relación que se establecía entre las fuerzas que ambas ejercíamos. En esa relación las dos podíamos percibir con claridad tanto nuestras sensaciones y emociones como las de la otra, pero lo interesante eran las diferentes formas que tomaban esas tensiones y distensiones que generábamos de manera conjunta.

Al principio, cuando ambas tensábamos y aflojábamos a la vez con los ojos cerrados, era la escucha del otro cuerpo lo que estaba más presente reverberando en el mío. Poco a poco, cuando comenzamos a jugar con la tensión y distensión sin que ésta fuese simultánea, comenzaron a producirse entre las dos efectos de atracción, de repulsión, luchas de poder entre una y otra, traslados de peso, apoyos… generando un diálogo corporal a la vez íntimo y rebosante de energía. De pronto, hubo un momento en el que le había entregado mi integridad física a mi compañera (a través de la distensión de mis músculos, unida a la tensión que ella ejercía sobre mi cuerpo), y viví en mis propias carnes cómo estaba a su disposición, cómo ella podía hacer conmigo lo que quisiera, cómo mi vida en ese momento dependía de su voluntad. Aquí el juego de los contrastes tomó una gran relevancia, ya que ella se encontraba en una gran tensión y yo en una distensión máxima que le permitía ejercer sobre mí toda su fuerza. En ese momento mi cuerpo comenzó a resistirse, y tras una dura lucha, sucumbió.

Me viene de pronto mientras escribo estas líneas una reflexión interesante en relación a este ejercicio y la forma en que lo viví: El poder que damos a otras personas sobre nosotras mismas es lo que tiene la capacidad de hacernos daño o destruirnos (de no haber entregado tanta tensión muscular dejando mi cuerpo a merced de la voluntad de mi compañera, posiblemente, habría tenido suficiente energía para poder resistir sobreponiéndome a su ataque). Ahí lo dejo. Como ejercicio de resiliencia.


3-
 ¿Qué nos dices sobre los movimientos simétricos y asimétricos? 

Al comenzar trabajando el movimiento simétrico soy consciente de que estoy más acostumbrada a los movimientos asimétricos (posiblemente, sean los más comunes, no sé si a nivel global o en nuestra sociedad). 

Desde hace años tengo bastante claro que a nivel plástico, las composiciones que tienden a llamar más mi atención y a gustarme más son aquellas en las que encuentro, aunque sea, un cierto grado de asimetría, por sutil que sea. Como si la sensación de  equilibrio total me produjese una especie de sensación de que todo es tan perfecto, exacto, preciso o extremadamente equilibrado, que una parte de mí busca aunque sea una ligera ruptura de esa simetría total, como forma humana de la imperfección que somos (en el fondo ninguno de nuestros cuerpos es simétrico del todo, siempre hay una pierna ligeramente más larga que otra, un ojo que se abre más y otro menos, un lunar en un lado del cuerpo que en el otro no está, etc.).

Inicialmente me cuesta encontrar una gran diversidad de formas simétricas en mis movimientos corporales. Sin embargo, al “obligarme” con esta pauta voy experimentando y descubriendo muchas más posibilidades de las que en un principio me podría haber imaginado. Es un ejercicio de creatividad a partir de una limitación que me resulta especialmente interesante y enriquecedor. 

Tras trabajar el movimiento simétrico con tal grado de concentración (al principio una se sorprende yendo a lugares de asimetría que no encajan en la pauta del ejercicio por sencilla que parece), me sorprendo enormemente al darme cuenta de que me cuesta volver al asimétrico, como si me hubiese fusionado tanto con la simetría que ya me costase salir de ella.

¿A qué tipo de imágenes o sensaciones te ha llevado el empleo de uno u otro? 

Aunque pueda resultar contradictorio con lo anteriormente expuesto, al vivenciar el movimiento simétrico encuentro una sensación de calma, de unidad, de algo que no sé explicar del todo y tiene que ver con una verdad más grande que la de una misma. Casi como una conexión profunda con la naturaleza, el universo, lo sagrado, la sustancia esencial de la materia viva. En estos movimientos puedo ver claramente a distintos animales, y sin quererlo, en un plano un poco abstracto me traslada a lo atómico, imaginando fractales, células, moléculas de agua, oxígeno… También despierta para mí la simbología de la sabiduría y del poder más allá de lo mundano: la intuición, la “magia”, todo aquello que existe y transforma sin que podamos encontrar una explicación meramente racional. A fin de cuentas, en el movimiento simétrico encuentro la expresión mínima y máxima de aquello que me demuestra sustancialmente ser vida.

El movimiento asimétrico me lleva a una vivencia mucho más terrenal, me baja a la tierra, al ahora, la emoción, la carne y la víscera. Me inspira a través de detalles que nos hacen únicos, diferentes de los otros (el gesto que alguien hace con una mano, ese ladear la cabeza, la postura de quien se rompe…). Este tipo de movimiento a la vez despierta mi curiosidad por descubrir y comprender a ese otro con el que me relaciono. Al mismo tiempo me devuelve a lugares comunes dentro de nuestra otredad, como el reflejo de quien no soy yo en mí misma, como una especie de reverberación o de eco. Simboliza para mí lo que nos identifica como personas y conecta con nuestro recuerdo vivencial, la memoria propia, la narrativa personal que cada una tiene y que va reescribiendo a cada paso.

¿Y con relación a la otra persona? 

La creación de movimientos simétricos en relación y contacto con otras personas me lleva a esa sensación de unidad, de creación de algo común que somos juntas al conectarnos. Los movimientos asimétricos despiertan en mí la curiosidad por la diferencia, por descubrir a la otra persona y encontrarme un poco en ella, por aquello que no me es propio pero que busco descifrar a través de lo que en mí resuena.

4.- ¿Qué ofrece al movimiento el empleo de la gravedad?

La gravedad es una fuerza de atracción hacia el centro de la tierra de la que no podemos desprendernos en el medio terrestre en el que vivimos. Por lo tanto, tomemos conciencia o no de ella, siempre está presente en nuestro movimiento (a no ser que nos moviésemos -como hacen los astronautas- por un espacio extraterrestre donde esta fuerza no tiene lugar). Todo movimiento que realizamos actúa en dirección hacia la fuerza de la gravedad o en contra de ella (en este caso, por tanto, la gravedad le ofrece una resistencia).

En el trabajo de expresión corporal que desarrollamos sobre la gravedad trabajamos, desde mi punto de vista, varios aspectos:

-       La economía del esfuerzo: Profundizando en la experimentación de nuestro movimiento en relación a fuerza de la gravedad, aprendemos a gestionar mejor el esfuerzo que realizamos para movernos. Esto nos es muy útil para utilizar sólo la energía necesaria para desarrollar el movimiento que queremos, manteniendo en nuestras reservas toda la energía restante para otros procesos vitales y/o movimientos futuros.

A continuación expongo aspectos más específicos de la economía del esfuerzo que hemos ido trabajando con estos ejercicios en relación a la gravedad:

o   La resistencia y el abandono: Al realizar cualquier movimiento que no vaya en dirección hacia la tierra, estamos desarrollando una fuerza que se opone a la resistencia de la gravedad para realizar ese movimiento. Desarrollamos un esfuerzo muscular que lucha para superar esa resistencia. Al dejar de aportar energía a los músculos, también utilizamos la gravedad como motor de movimiento, sirviéndonos de ella para movernos desde la tensión hacia la distensión y/o relajación total. En la relajación total, nuestros músculos se dejan llevar por su fuerza de atracción acabando por ser en la gravedad misma, como si nos deshiciéramos entregándonos por completo a su poder. En la distensión, vamos haciendo lo mismo sólo que de una forma progresiva, apoyándonos en el efecto de atracción que produce y rebajando gradualmente el esfuerzo de nuestros músculos. En definitiva, aprendemos a utilizar la fuerza de la gravedad en beneficio de nuestro movimiento.

o   Relación del abandono hacia la gravedad y la inercia del movimiento: Cuando partimos de una postura erguida o semi-incorporada, para abandonarnos a la gravedad, fundirnos en el suelo, el impulso de la fuerza que nos atrae de la gravedad, de súbito ejerce una inercia que a su vez podemos utilizar como apoyo para volver a levantarnos hacia la verticalidad con un menor esfuerzo muscular. El trabajo corporal a partir  de esta inercia nos provee de herramientas que nos facilitan tanto la caída como el levantamiento.

-       La conciencia corporal, la segmentación y el control corporal en el movimiento: Cuando decidimos mover sólo una o varias partes del cuerpo estamos tomando conciencia de aquellos músculos a los que queremos aportar la energía necesaria para el movimiento. Así mismo, cuando trabajamos la distensión o la relajación hacemos lo mismo dirigiendo nuestros impulsos mentales hacia la descarga progresiva o súbita de la energía de dichos músculos. Trabajamos así la segmentación (al no mover todo el cuerpo en su conjunto sino las partes que escogemos) y el control corporal (decidiendo el tono muscular al que queremos llegar y desenvolviendo la energía necesaria para ello).

-       La capacidad expresiva en relación a la gravedad: Resistiéndonos a ella o abandonándonos a su fuerza de atracción, cada persona expresa diversidad de matices en esa lucha interna por resistir o en esa entrega o abandono a las fuerzas externas que se ejercen hacia nuestro cuerpo. Todos estos movimientos expresan de una forma particular y definida una esencia íntima inigualable. De esta manera, dan forma a una emocionalidad que conecta directamente con la vivencia, la memoria, el imaginario personal, resonando en cada cual de forma única. Esta capacidad expresiva tiene un poder de comunicación que nos conecta como personas, haciendo hincapié en aquello que compartimos, que nos resuena (ya sea a través de una danza conjunta u observando los movimientos de otras compañeras y dejándonos empapar por lo que nos despiertan).

-       Caídas sin daños: Otro aspecto trabajado es el aprendizaje a través de la experimentación (y de una sola pauta muy sencila: “no caer sobre los huesos, sino sobre músculos a ser posibles largos y, con las partes más carnosas del cuerpo -mayor amortiguación-“) de caídas, previniendo los golpes, y con ello, la aparición de lesiones internas. Considero muy útil este trabajo, no sólo como desarrollo de la expresión corporal, sino en la propia vida diaria, donde no estamos libres de sufrir numerosas caídas. El hecho de que nuestro cuerpo se acostumbre a hacerlo de una forma saludable y preventiva, nos aporta una mayor capacidad de resolver corporalmente aquellas situaciones que nos exponen a caer, sin dañar nuestro cuerpo.


Explica tu experiencia personal.

Tanto con el trabajo de los árboles como con el de las marionetas, me vienen numerosas imágenes sobre la vida y la muerte, los quiebres, los renaceres, que todas las personas vivimos a lo largo de nuestra vida. Es un trabajo muy simbólico que conecta directamente con emociones profundas. Al fin y al cabo, todos experimentamos numerosas pequeñas muertes (una pérdida, una decepción, una ausencia, un fracaso, una frustración…) y otros tantos renacimientos (el despertar de un deseo, la curiosidad, el amor en todas sus formas, el aprendizaje, el descubrimiento…). Se me vienen un sinfín de imágenes tanto de mi historia personal como de ese imaginario que está dentro de mi cabeza, cada vez que mi brazo se desploma cayendo como una rama a la que parte un rayo, cada vez que mi mano cae como muerta tras haber intentado tocar en el espacio algo nuevo, cuando la cabeza comienza a levantarse siguiendo con la mirada una estela en el aire, el movimiento de alguien que llama mi atención, que me despierta esas ganas de descubrir lo que hay más allá. Pura magia de la vida en gestos simples. La transformación de los seres, relacionándonos, comunicándonos a través de nuestros cuerpos.

Con el ejercicio de las estatuas de mármol, las caídas y los levantamientos viajo en el tiempo a mi infancia. Desde niña amo la caída, especialmente aquellas que son súbitas. Recuerdo jugar a menudo a sufrir desmayos, que me fallasen las piernas, a veces permaneciendo en el suelo, otras irguiéndome de pronto como en un insufle de energía producido por la propia caída repentina. Siempre he sentido una especial atracción hacia la gravedad de una forma casi innata, como un juego, como si esa fuerza me sedujese atrayendo a mi cuerpo y llamándolo a abandonarse a ella. También me resultan apasionantes el poder de esa inercia que impulsa al levantamiento y a la espiral de los cuerpos.

Para mí ha sido muy interesante el trabajo de distensión progresiva, al que estoy menos acostumbrada y que tiendo a desarrollar menos. Es una herramienta que si bien conocía, no he acostumbrado a trabajar en profundidad y noto cómo me aporta libertad, me abre a nuevos caminos corporales, me ofrece un mayor control sobre mi cuerpo y suaviza mis movimientos, dándome muchos más matices en esa escala de grises entre el blanco y el negro en la que más suelo moverme.

Me ha encantado experimentar la fuerza del tono máximo en contraste con la distensión y con la relajación. Esa capacidad que tenemos los seres humanos de transformarnos de un extremo al otro movidos por fuerzas externas que a la vez dejamos entrar en nosotros mismos, a las que les otorgamos la capacidad de esculpirnos de una forma u otra, y a las que también, a nuestra manera, nosotros vamos esculpiendo.  

Por último, añadir que ese juego entre los antagonismos y la manera de llegar a la distensión máxima o a la relajación, lo he vivido como la lucha del cuerpo en el mundo, en relación a la vida y la muerte, en relación a los otros, a todo aquello que nos rodea. He tenido la sensación de que surge y toma forma la verdadera esencia de cada una en esa relación que establecemos con la gravedad, en nuestra forma de experimentarla, aceptarla o no, resistirnos, acogerla, entregarnos a ella.