EXPRESION CORPORAL CON 3ª EDAD


EXPRESION  CORPORAL CON TERCERA EDAD
Joaquín Benito Vallejo
I Congreso Internacional de Expresión Corporal y Educación. Zamora, Julio 2003

Centro de Mayores Blasco de Garay (J.M. de Chamberí. Ayuntamiento de Madrid)
Centro de Mayores Carolinas (Comunidad Autónoma de Madrid)


Resumen
El autor, con más de 15 años de trabajo con grupos de tercera edad, expone brevemente su trayectoria con este colectivo y muestra su concepción de lo que debe ser la expresión corporal con las personas mayores y por extensión con otras edades.

El autor estima que la tarea más esencial y ardua es el desarrollo de la expresividad, máxime en el colectivo de tercera edad, pero que es en ello en lo que hay que poner todo esfuerzo si no queremos desvirtuar el significado de la expresión corporal, sin olvidar su múltiple dimensión biopsicosocial, tratada de manera seria y profunda.

Palabras clave
Tercera edad, expresión corporal, psicomotricidad, biopsicosocial, expresividad, emoción, sentimientos, corrección postural, autoestima, comunicación, desarrollo sensorial, estructuración mental.




Hacia el año 1986 comencé a elaborar un proyecto para trabajar con 3º edad tomando como base la psicomotricidad y la expresión corporal, materias con las que estaba trabajando con niños. Un año después, 1987, inicié esta experiencia en un Centro del Ayuntamiento de Madrid.  Paralelamente, accedí a otro Centro del Ministerio de Asuntos Sociales, hoy perteneciente a la Comunidad de Madrid. Desde entonces trabajo diariamente con 5 grupos compuestos por un número aproximado de 24 personas, de edades comprendidas entre 65 y 95 años de edad, -teniendo en cuenta a la persona de mayor edad que he tenido-.


En aquel tiempo yo era muy ingenuo al respecto, más bien ignorante. Creía que los viejos eran esos señores que van arrastrando los pies por la calle, encorvados, sostenidos por un bastón, a los que había que ayudar a hacer todo pues carecían ya de la facultad de valerse por sí mismos. Consideraba todo un éxito el hecho de que esos “carcamales” se apuntaran a mis clases, a la vez que, asustado, me preguntaba qué podría hacer yo, con ellos.


Los libros en los que me instruía no mejoraban esa imagen de la vejez, más bien la reforzaban. En todas las esferas la vejez era considerada sin excusas, como una deficiencia física y mental progresiva, por lo que las posibilidades de realizar una actividad con el colectivo de personas que engloban esa edad se estimaban muy escasas. Yo era a la vez idealista y pretencioso, quería hacer un trabajo inédito basado en la integridad “biopsicosocial” del ser humano, y rechazaba rotundamente las prácticas mecanicistas. En esas circunstancias mis planteamientos eran como querer cruzar el océano a nado, sin saber nadar y con miedo al agua. Y, desesperado quizá, me tiré al agua.


Desde luego, afortunadamente, los viejos no eran como los pintaban los libros, ni como yo, ya me había hecho a la idea. ¡Se movían, sentían, reían, bailaban, se emocionaban, pensaban...!


Los primeros días, trabajaba con músicas como el Adagio de Albinoni, el Bolero de Ravel, o música de Vangelis,  J. M. Jarre, Pink Floid, Teodorakis, Luis Llach... y les encantaban.


Abordaba diferentes temas cada día, enfocando el movimiento desde diferentes conceptos “abstractos” como: lo abierto y lo cerrado; lo recto y lo curvo; grandey/o pequeño; tensión-distensión..., yendo desde lo global a lo segmentario y viceversa; desde un punto de vista funcional, un poco analítico, hacia lo expresivo; desde lo individual a lo grupal. Los diferentes aspectos –sensibilización, percepción, coordinación, exploración motriz, expresión-, eran tratados de modo superficial, pero llegando a la emoción y disfrutando de ello.


Aquellas primeras clases las recuerdo, y me son recordadas aún por los pocos alumnos que me quedan de entonces, como un tanto emblemáticas.




A lo largo de todos estos años, casi 15, y con tantos grupos, he ido evolucionando y enfocando las cosas de otra manera. Fui viendo que era necesario darles muchas pautas y referencias escalonadas, tanto verbales a través de ejemplos e imágenes diversas, como demostrativas.


Las clases se fueron haciendo más didácticas, analíticas y profundas, a pesar o como consecuencia, de las dificultades que cada vez veía mas claras. Me he atrevido a experimentar tareas más difíciles y complejas a medida que iba superando mis propios prejuicios y miedos y comprobaba que los  resultados eran satisfactorios, a veces mejor y otras peor. Cuando iban peor, reconocía que yo no había enfocado o desarrollado bien el tema o que las personas no daban más de sí.


También aparecieron las contradicciones, siempre las hubo, unos días pensando que el trabajo que hago es demasiado complejo y otros, demasiado superficial, unas veces que peca de mecanicismo y otras, de pretenciosidad.


¿Cómo superar esas contradicciones y poder aunar lo complejo y analítico con lo vivencial; lo físico con lo expresivo y lúdico?




Creo que el trabajo debe tener un enfoque integral. Fusionar la labor física, -orientada a proporcionar flexibilidad y movilidad en todas y cada una de las articulaciones y segmentos, corregir problemas posturales, aliviar tensiones o dolencias-, a la vez que el desarrollo de la atención, la concentración, la percepción y la consciencia de lo que el cuerpo está haciendo en cada momento. Desarrollar las leyes orgánicas del movimiento, descritas en mi libro: “Cuerpo en armonía”, como son el tono justo, la independización, el pasaje de energía, la coordinación, la fluidez, la organización espacio temporal, la secuencialidad, etc., pormenores que dentro de su dificultad se llevan a cabo con cierto éxito, además de, y esto es lo realmente arduo, traspasar el plano meramente físico y acceder a la emocionalidad y a la expresividad del movimiento, favorecer la propia investigación y  la comunicación grupal, -en estos aspectos profundizo en mi próximo libro: “Cuerpo, mente, comunicación”-. Hacer sentir a cada persona que el cuerpo, con cada una de sus funciones, órganos y elementos no es meramente físico, no son solo músculos que se contraen o se estiran, como el hierro o una goma elástica, no es sangre que circule como un líquido cualquiera por una tubería. Si eso fuera solamente, serían materia muerta, piedra, hierro o máquina. El cuerpo es ante todo emoción, sentimiento, imaginación, con todos sus matices. Es esto lo que tenemos que despertar, lo que tenemos que enseñar a sentir, la
expresividad que tenemos que ayudar a extraer del cuerpo.



Tanto en el plano físico como en el expresivo considero uno de los factores más importante, el tono. Otros aspectos que nos conducen a la dimensión expresiva y relacional del movimiento, son el ritmo y el espacio.


Cada uno de ellos engloban a su vez numerosos elementos, -tempo, pulso, silencio, acento, compás, melodía..., y, ejes, planos, direcciones, trayectorias, formas, volúmenes, etc., etc., que trabajamos metódicamente. Ellos también gozan a la vez de cualidades físicas, afectivas, expresivas y relacionales. Todas estas dimensiones son inseparables. Es la forma de trabajarlas lo que las desmiembra. ¡Estamos tan acostumbrados a aislar y mecanizar! En fin, busco no sólo, desarrollar un trabajo físico, sino que además pretendo desarrollar la creatividad, la expresividad y la comunicación y todo ello de un modo serio, bien hecho, rico, profundo. ¿Soy un idealista?


Estos objetivos últimos exigen una preparación y un ánimo permanentes, una disposición de recursos casi ilimitados, una implicación personal grande, dones que a veces, es verdad, me fallan. Sin embargo creo que es necesario hacerlo y cada día lo intento.




La expresión corporal es un campo muy complejo y difícil, que exige muchos años de formación práctica personal, de estudio y de experimentación en el terreno educativo.


No es una asignatura sino un compendio de conocimientos que abarcan desde el terreno fisiológico, al pedagógico, desde el científico al artístico y musical. (Se que hay otras concepciones más simplistas con las que no estoy de acuerdo, también es un saco donde cabe todo tipo de “achiperres”)


La Expresión Corporal es el arte de expresarse a través del movimiento y del gesto. ¿Qué hay de más esencial y primario que el cuerpo, base de todos los saberes y sentimientos?


Como el aprendizaje de cualquier otra técnica de expresión, ya sea la pintura o la música por ejemplo, se necesita aprender a manejar los instrumentos o herramientas, adquirir destreza, mezclar colores o combinar sonidos, guiados por un maestro experto conocedor del sistema y de los procesos de aprendizaje y, sobre todo, se precisa la práctica y la experimentación constante del alumno.


El buen maestro debe saber desarrollar estos procesos para ir desde el dominio de las herramientas hasta la creación de la propia obra. En la expresión corporal, el instrumento y las herramientas del arte son el propio cuerpo, mientras que los colores o sonidos que ha de combinar podrían sintetizarse en los elementos componentes del ritmo y la composición espacial. En la expresión corporal el cuerpo es a la vez el instrumento musical que es tocado, el músico que lo toca, y la melodía que se compone; es a la vez, el escultor y la materia plástica esculpida; es a la vez, el pintor, la pintura y el cuadro; es a la vez, el poeta y su poesía. Pero en la expresión corporal el cuerpo es más que en ningún otro arte, emoción y comunicación. La comunicación es más estrecha aquí, los cuerpos están en pleno contacto, componen juntos su propia obra. En todas las artes y oficios hay que aprender una serie de técnicas, necesarias para dominar el oficio y llegar a la  creación. En todas hay buenos y malos alumnos, con distintas potencialidades. Hay algunos que ni siquiera llegan a dominar las herramientas, hay otros que son capaces de realizar imitaciones más o menos buenas, otros pocos que pueden llegar a crear sus propias obras, y escasos los que llegan a emocionarnos y conmovernos. Lo mismo pasa en expresión corporal, con jóvenes, y con viejos.



Mi concepción de la Expresión Corporal con los viejos, no varía respecto a los niños ni a los adultos jóvenes. La considero un proceso constante de crecimiento de la sensibilidad, la percepción y la consciencia; del conocimiento del cuerpo y de exploración de sus recursos, motrices, expresivos y comunicativos; basada en una práctica vivencial; en una retroalimentación constante entre la acción  personal y  la interpersonal.


Si compleja me parece la expresión corporal en general, más difícil quizá sea, su práctica con las personas mayores si no queremos renunciar a ninguno de sus objetivos. Sin embargo, aún siendo los objetivos similares, para las distintas edades y colectivos, lo que debe ser distinto es el método de llevarlos a cabo, como es distinto el camino de aprendizaje a recorrer, como también lo son las metas que se alcanzan. No sólo cada colectivo y edad es diferente sino incluso cada persona en particular. Cada cual, independientemente de la edad, se encuentra en un escalón distinto de desarrollo y de aprendizaje, así como de posibilidades de acción. Tenemos que partir de donde está cada uno para seguir ayudándole a crecer. Se debe crecer en todas las direcciones, personalmente y en relación con los demás.


La expresión corporal es un proceso personal y grupal. Y exige tanto una atención individualizada como colectiva. A menudo se infantiliza –y se desprecia- a los viejos no sólo comparándoles con los niños sino con lo peor de éstos. Se realizan con ellos los mismos juegos que con los niños, en una mayoría de casos, superficiales, vacíos y a veces, incluso estúpidos y ridículos en los que los objetivos expuestos anteriormente se convierten en un mero simulacro.


Los viejos ni son niños ni son deficientes. Conozco la limitación de sus capacidades. Me resisto a aceptar que esas limitaciones sean exclusivamente causa de la edad, y no sean en una mayor medida el resultado de su forma de vida, del mecanicismo con que han tratado al cuerpo, considerándolo una herramienta rutinaria de trabajo con la que se ejecutan diariamente el mismo escaso número de acciones con el mero objetivo de subsistir. De este modo las capacidades de sentir, percibir, aprender, experimentar, moverse, participar y comunicarse, quedaron ya abotargadas en su etapa juvenil cuando dejaron de hacer algo nuevo. Su estado es el resultado de su historia personal inscrita en un contexto socio económico más amplio. No se les puede menospreciar ni sus capacidades, ni sus recursos físico-expresivos, diciendo que están en una etapa degenerativa. Aquello que no se cultiva acaba secándose. Las capacidades adormecidas hay que despertarlas. Esa es nuestra labor a través de la expresión corporal. Existen personas de 80 años que mantienen con gran plenitud sus capacidades, mientras que otros de 60 carecen de ellas y muchos jóvenes también. No se deja de aprender, de sentir o de crear por ser viejo, sino al revés, se hace uno viejo por dejar de aprender, de investigar, de desarrollar sus capacidades, de tener estímulos para vivir. El cuerpo es el que más lo sufre porque es considerado meramente un elemento físico, una maquinaria. La expresión corporal devuelve al cuerpo su múltiple dimensión: afectiva, cognitiva, relacional, artística y también reeducativa, rehabilitadora, resocializadora.



Para llevar a cabo los objetivos propuestos en expresión corporal con los viejos, las propuestas, las referencias y los procesos deben ser distintos, no menores ni peores, que con los niños o los jóvenes. Y para llevar a cabo esa tarea, no se necesita una experiencia pedagógica de más de 15 años en ese campo, sino sobre todo tener ilusión y ganas de investigar desde el principio. Tener claros todos los elementos que intervienen en la expresión, vivenciarlos uno mismo, experimentarlos con los alumnos, estudiar. No dejarse llevar por las recetas, los esquemas cerrados y los estereotipos, sino, estar probando continuamente nuevas caminos pedagógicos. El principal obstáculo es considerar que no se puede hacer nada o muy poco para aumentar las capacidades de los mayores porque ese prejuicio coarta el estímulo del profesor para trabajar.


Debo confesar que he probado a hacer de todo con mis “viejos” y creo que en ningún momento, o escasamente, se han sentido ridículos, como otros profesionales comentan algunas veces, o incluso en algunos libros aparecen recetas para que los alumnos no se sientan ridículos.


Cuando la actitud del profesor es de suma seriedad y de confianza profunda en lo que siente y propone, nadie se siente ridículo, transmite a sus alumnos  esa actitud, les ayuda a centrarse en sí mismos y extraer de sí lo que no imaginaban, como muchos viejos confiesan a menudo haber experimentado sensaciones nuevas, agradables e insospechadas tras sus muchos años de vida. Al contrario, cuando la actitud, denota inseguridad, desgana, falta de explicaciones o referencias adecuadas o escasas, se ve reflejada en la vivencia superficial y pobre del trabajo, en la falta de concentración, o en sensación de incomodidad.



Ninguno de los objetivos propuestos en el programa debe ser una meta concreta, es más bien una meta abstracta que no sabemos muy bien ni donde está, ni cómo es, ni cómo se llega. Es una aventura que se va concretando en cada persona y en cada grupo dentro de su proceso creador. Para desarrollarse y crecer, he dicho antes, se ha de partir de lo que cada uno es, del nivel en el que está.  Proporcionar las ayudas y las pautas necesarias para que cada uno vaya descubriendo las posibilidades o recursos para moverse, sentir y expresarse, aprender a aplicarlas a próximas experiencias y mediante ellas encontrar otras nuevas progresivamente.


No hay que rebajar los objetivos, insisto, sino encontrar los medios idóneos para alcanzarlos. Los objetivos no son metas exactas a las que hay que llegar cuanto antes, sino caminos que recorrer, procesos de aprendizaje diversos de duración indeterminada. Para desarrollar estos procesos, aisladamente, sucesivamente, paralelamente y entrelazadamente, ha de haber una rica interacción entre profesor y alumnos, así como entre cada individuo y el grupo, desde el trabajo personal se ha de ir al trabajo interpersonal e intergrupal y viceversa.


Hay que romper los estereotipos, los moldes y los esquemas cerrados. Cada persona puede inventar, crear y desarrollar sus posibilidades si se le ofrecen los medios para ello. El camino de la expresión corporal es la investigación y el crecimiento personal. Esta se pierde en los juegos banales, esquemáticos y estereotipados que invaden, anegan y estropean la auténtica expresión corporal.



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